15 de octubre de 2020

El Barroco: Espacio del viaje, travesía de la repetición.

Toccatas para Clave de Juan Sebastián Bach

Por Belén Ojeda
(Magister en Bellas Artes del Conservatorio Chaikovsky de Moscú)

Al emprender un viaje hacia el barroco, se nos hace presente un pensamiento de Johannes Kepler (1571-1630): “La idea de la infinitud del universo conlleva no sé qué horror secreto; en efecto, uno se encuentra errante en medio de esa inmensidad a la cual se ha negado todo límite, todo centro, y por ello mismo, todo lugar determinado”.

Esta concepción de la infinitud del mundo recorre todas las manifestaciones artísticas del barroco: ¿Hacia dónde nos conducen las columnas salomónicas en su persistente elevación en espiral? ¿Qué lugar nos espera después de la travesía de los arcos que se prolongan hasta perderse de nuestra vista? ¿Qué mundos desconocidos nos depara el decorado de las bóvedas con su representación del espacio cósmico?



Severo Sarduy (1937-1993) expresa lo siguiente, al escribir sobre la ciudad barroca: “que nada perturbe la insistencia… que nada interrumpa la continuidad lícita del espacio mensurable, ni la del tiempo, perpetua sucesión de instantes idénticos”. Más adelante dice: “Barroco: Espacio del viaje, travesía de la repetición”. Así, la música del barroco nunca interrumpe su movimiento perpetuo. Aún las cadencias se encuentran muchas veces ocultas bajo el canto de las voces superiores. El tiempo se expresa en figuras rítmicas que se repiten continuamente en esa “sucesión de instantes idénticos” de la que nos habla Sarduy.

Esta búsqueda de lo infinito hacia lo interior y lo exterior perfectamente conectados, recorre toda la obra de Juan Sebastián Bach (1685-1750), quien nos conduce por los territorios más sublimes que pueda transitar el alma, hasta abandonarnos al estado más profundo del éxtasis religioso, allí donde San Juan de la Cruz (1542-1591) diría: “Entreme donde no supe/ y quédeme no sabiendo/ toda sciencia trascendiendo”.

Se cree que las Siete Toccatas para Clave de J.S. Bach (BWV 910-916) fueron escritas durante la juventud del compositor. Ellas conforman en sí un género que sintetiza a su vez, y de una manera muy libre, otros de la época como:

  • El Preludio y la Fuga
  • La Suite de Danzas Barrocas y
  • El Concerto Grosso
De las siete tocatas, seis abren con preludio y seis cierran con fuga. En la Toccata en Re Mayor (BWV 912) encontramos, además de la fuga final, una doble fuga como parte central del tercer movimiento. En la Toccata en fa sostenido menor (BWV 910) también encontramos dos fugas.

Las Danzas de la Suite Barroca ocupan un lugar importante en las tocatas: movimientos con ritmos característicos de la zarabanda, la siciliana o la giga, algunos de ellos escritos con la técnica de la fuga como sección final en estas obras. Escuchemos los ejemplos de la zarabanda en la Toccata BWV915, y la giga en el final de la Toccata BWV912:




El Concerto Grosso se hace presente como género y como principio de escritura. Podemos decir que la Toccata en Sol Mayor (BWV 916) es antecedente del Concierto Italiano para clave solo (BWV 971) escrito en los años veinte. Esta es la única tocata que está escrita en tres partes independientes. Su primer movimiento nos muestra la alternancia de tutti y solo, esa manera de realizar claroscuros en música y pasar del conjunto al solista, de lo fuerte a lo suave, como se pasa de la oscuridad a la luz, yuxtaposición drástica de contrarios o aparentes contrarios, como lo vemos en obras de Caravaggio, Velásquez, Ribera y otros. Apreciemos los contrastes tutti y solo en fragmentos iniciales de ambas obras:



Pero la influencia del Concerto Grosso se deja sentir también en movimientos rápidos de otras tocatas. Tanto la parte central del segundo movimiento de la Toccata en sol menor (BWV 915), como el segundo movimiento de la Toccata en Re Mayor (BWV 912), nos muestran el principio dialéctico del Concerto Grosso.

En su último movimiento, las tocatas evocan el material musical del inicio, describiendo una línea espiral como las columnas salomónicas. Esto, además de tener un sentido simbólico que podría interpretarse como la relación con lo divino, pareciera decirnos que aunque retornáramos al lugar de partida, este nunca volverá a ser el mismo por la carga vivencial de lo recorrido.

Mundos reflejados

La representación de espejos, tan común en el barroco, es también recurso para prolongar y multiplicar los espacios. En música la representación especular alcanza un alto grado de abstracción.

Al escuchar la fuga de la Toccata en sol menor (BWV 915) con sus temas en inversión de espejo, es imposible no recordar Las Meninas (1656) de Velásquez con su espejo fuera del cuadro funcionando como eje para unir lo efímero del tiempo histórico a lo imperecedero de la obra de arte, realidades que se encuentran a ambos lados del espejo. Imposible no recordar el cuadro Venus frente al espejo (1647-1651?) del mismo Velásquez, donde conocemos el rostro de la diosa por su reflejo en el espejo de la representación pictórica.



Lo infinito según Bach

El problema de lo infinito está planteado en toda la música del barroco siguiendo la idea citada de Kepler. En las Toccatas para Clave de J.S. Bach lo encontramos a nivel motívico, armónico, contrapuntístico y formal. En el aspecto armónico, la expresión de lo infinito se aprecia de manera muy evidente en el tercer movimiento de la Toccata en re menor (BWV 913) y en el cuarto movimiento de la Toccata en fa sostenido menor (BWV 910). En ambos casos estamos ante movimientos lentos, en los cuales la secuencia armónica es “perpetua sucesión de instantes idénticos”, repitiendo las palabras de Severo Sarduy. En el primer caso, la secuencia se construye con los acordes de los grados VII, V y I que viajan por distintas tonalidades. De sol menor llegamos a las distantes regiones de mib menor.

En el segundo caso, la secuencia armónica va del V al I grado, viajando por distintas regiones, las cuales al final se organizan en sentido ascendente, como las figuras de El Greco y las miradas de sus personajes, que se dirigen hacia las alturas con expresión de súplica.



Con respecto al aspecto formal se evidencia, sobre todo, en la Toccata en fa sostenido menor (BWV 910) y en la Toccata en do menor (BWV 911). En ellas encontramos el encadenamiento de las distintas partes: el final de un movimiento concluye en el comienzo del siguiente. Esto anticipa en más de un siglo los recursos usados por la ópera de la segunda mitad del siglo XIX con su desarrollo ininterrumpido.

La fuga de la Toccata en mi menor (BWV 914) es monotonal y a pesar de que su tema nunca sale de la relación tónica-dominante, siempre lo percibimos de manera nueva. Como dijo Lao Tse (s.VI a.C): “Se conoce el mundo/ sin salir de la casa propia”, porque el universo interior también es infinito.

Un caso aparte entre las obras para clave es la Toccata en fa sostenido menor (BWV 910). En ella encontramos el mayor número de relaciones con el tema religioso. Por una parte, sabemos que si menor, fa sostenido menor y do sostenido menor fueron tonalidades escogidas por J.S. Bach para expresar sus más elevados sentimientos religioso. Ejemplo de ello son el Kyrie I y el Kyrie II de la Misa en si menor (BWV 232), escritos en si menor y fa sostenido menor respectivamente. Pero no sólo la semántica de las tonalidades nos permite hacer esta lectura de lo religioso en esta tocata. También el tema cromático descendente presentado desde el segundo movimiento en factura de motete imitativo que después tomará aire de siciliana en la fuga final. Está entonación del cromatismo descendente es conocida (en la retórica musical barroca) con la connotación de llanto y lamento.

Con una entonación cromática descendente, en aire de siciliana comienza la Pasión según San Mateo (BWV 244). Esta misma entonación la encontramos también en el dúo de tenor y mezzo-soprano de la Cantata Magnificat en Re Mayor (BWV 243), en el Crucifixus de la Misa en si menor (BWV 232) y en el lamento del Capricho por la partida del hermano amado (BWV 992). El aire de siciliana expresa en el motete Komm, Jesu, komm (BWV 229) la petición que hace un sujeto (suplicante) a Dios para abandonar el cuerpo, ya que a pesar de la virtud, el cuerpo está fatigado. Bien hubiera podido servir un salmo como programa literario de esta tocata tan dramática. Escuchemos un fragmento del dúo del Magnificat en Re Mayor, prestando especial atención al movimiento cromático del bajo:



A manera de cierre invitamos a la audición de la magnífica Toccata en fa sostenido menor (BWV 910) en la interpretación del legendario Glenn Gould:

4 comentarios:

  1. Agradecido ante todo con mi amiga y colega Belén Ojeda, por su valiosa colaboración en un tema tan apasionante.
    Igualmente un reconocimiento especial al amigo Quinoff (dueño de: http://quinoff.blogspot.com/) por su ayuda en brindar un formato agradable y dinámico a este post.

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  2. Con todo gusto. Un post formidable, ¡felicitaciones a la autora!

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  3. Mi agradecimiento a Carlos y a Quinoff por haber recuperado este artículo.
    Mi admiración a Quinoff por su página. Es un honor contar con usted como lector. !Gracias!

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  4. Lo único lamentable es que el artículo haya sido tan corto. Excelente lectura! Gracias por compartir!

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